RESPIRAR. UN VIAJE LLAMADO “BREATHING TIME”

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Letras que se escabullen entre los pasos. El Vendrell.

El ambiente es gris y huele a humedad. Bajo un poco la ventanilla para que entre el aire fresco. La niebla de las montañas a las que me dirijo a 100km/h se mezcla con el humo que sale de las fábricas de las que me alejo. Gris con gris. Apago la radio. No quiero que nada me desconcentre mientras pienso. Empieza a llover. Pienso en respirar. Respiro profunda y forzadamente. Respirar, absorber y expulsar el aire. Cada vez llueve más y más. Respirar. Acción vital y universal y aún así, totalmente infravalorada. El gris ya lo invade todo y yo me pierdo en él. Respirar es salir, pienso. Me gusta haber salido para dirigirme al Museo de la Vida Rural de l’Espluga, la primera parada del viaje iniciático que acabo de empezar. Un viaje llamado “Breathing time (tiempo para respirar)” que incluye 10 destinos. 10 lugares (museos, salas de exposición, centros culturales, plafones en la calle) con su propia idiosincrasia, la cual se mezcla con las historias de 26 autores. Historias que respiran, absorben y expulsan; exhalan, despiden de sí su propio olor. Historias para ser respiradas.

A pesar de la tranquilidad de la sala, en l’Espluga se respira tormenta. Las voces de cada una de las historias se acoplan: el ruido repetitivo del video de Ro Caminal se inmiscuye en la silenciosa y orgásmica poética en blanco y negro de Gerard Gil, y el espíritu de Castellarnau se aventura en el misterioso pasaje de cañas de Gemma Coflent.

La segunda parada del viaje es Cambrils, la Sala Àmbits del Centro Cultural y Ocupacional. Ha parado de llover pero el gris sigue allí. Se respira una fría calma. El diseño de Fani Pizarro introduce las composiciones limpias de Cristina Serra y el ordenado trastorno compulsivo de Ester Ferrando. Todas estas líneas vibran con el “cha cha cha” de fondo; en el patio un grupo de gente mayor practica clases de danza.

Continúo pensando. Respirar también es entrar. Acceder a los interiores humanos. Interiores que orientan el discurso en la tercera parada, la sala Kesse de Tarragona. Paisajes internos que comparten oxígeno con un grupo de teatro amateur que ensaya para un estreno.
Entrar. Acceder a las profundidades de la obra, excavarla, descubrirla poco a poco, paso a paso, estrato a estrato. En este descenso la respiración se ve afectada por la humedad, por la sorpresa de encontrarnos con aquello que no esperábamos, aquello que cambia nuestros esquemas.

Cuarta parada, plafones Display de Tarragona.

Vale, respirar es entrar y salir. O salir y entrar. Salir de nuestra realidad apresurada para respirar, para parar. Para entrar en otras realidades predecesoras que, a pesar de lo cercanas, se han convertido en ruinas. El mismo terreno, otra topografía humana. “Entonces, la gente era muy diferente de ahora”. Quinta parada, Núria Rion, Cultura de la Generalitat, Tarragona.

De lo lento pasamos a lo rápido: la velocidad del progreso y lo que se queda en el camino. Sexta parada, Mas Iglesias en Reus. Obsolescencia programada, mercantilización, periferia. Respirar también puede ser quedarse sin aire. Ansiedad. Angustia amedrentada mediante la promesa de esperanza que se respira en la séptima parada, el Centro de Lectura. Sigamos los lápices, subamos al primer piso. Hora punta, los estudiantes hacen sus deberes, van a sus actividades extraescolares, se relacionan. Entre el alboroto los cuadernos de Jordi Llort. En ningún lugar podían estar mejor sus familiares mejillas sonrosadas.

La octava parada, el Vendrell, me lleva a pensar en la relación entre el respirar y el entorno. Quizás por la fisicidad emocional que supone cruzar el portal del Pardo para llegar a la sala de exposiciones con el mismo nombre. Un tránsito que me conecta con el espacio que me rodea, a la vez que me traslada a un lugar más allá del mismo pero que parte de él. Esta sensación continúa dentro de la sala, lugar níveo y luminoso en el que se suceden paisajes y arquitecturas que capturan instantes o ideas como quien contiene la respiración. Contener hasta no poder más y reventar expulsando lo acumulado. Un estallido que rompe los límites de la pieza y permite su interacción con el exterior habitado, como sucede con las letras de Martorell, que se escabullen entre los pasos de los peatones.

Llego a Valls, la novena parada. El gris desaparece dejando paso a un ambiente limpio y brillante. Es como un despertar. Un momento en suspensión. Una apnea. Subo las escaleras, en el primer piso del Museo se están ultimando los preparativos para inaugurar otra exposición. Me dirijo al siguiente y allí están. Sin prisa, sin tic tac. Me imagino sorda para ver las palabras de Mar Borrajo. Ciega, para focalizar mi atención en las voces de los entrevistados por Calvet y recorrer con mis dedos sus líneas en la oscuridad. Y me encanta imaginarme suficientemente sensible como para descubrir en la pieza “Ubú rei”, el espíritu de una frase presente en el cuento “Carrer del Mar” (“si sabes mantenerte de pie en una barca también sabes bailar”).

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Binomio condena-salvación en CalMassó

Recupero la respiración para dirigirme a Cal Massó, en Reus. Un industrial bosque de pilares en el que la oscuridad domina a sus anchas y nos conduce por el espacio mediante golpes de luz. La materialización conceptual del respirar allí la pienso situada entre lo diáfano y lo críptico, lo sacro y lo profano: el totem de Parreu, la pregaria de desarraigo de Patrícia Carles, el binomio condena-salvación del video de Gil… Y mientras paseo por allí me doy cuenta que quizás esta materialización contiene la esencia del respirar: algo tan miraculoso que nos mantiene en vida, pero a la vez tan común y cotidiano, que sucede cada día, cada momento. Es un bucle. Como esta historia. Esta es la última parada, el viaje llega a su fin. Yo sigo respirando.


Article escrit per Encuentros, suplement cultural. Publicat el 25.05.2013. Pàg. 13. Veure

En motiu del projecte “Breathing time (temps per respirar)

Imatges: Esther Canals

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